lunes, 21 de mayo de 2012

Testimonio de un sin hogar.


El pasado 13 de Abril de 2012 tuve la oportunidad de entrevistar a un señor que durante un período de su vida estuvo en exclusión social y vivió en las calles, sin techo, sin hogar. Esta es su historia:

Paco, 37 años, encargado de obra civil. Vivía en Zaragoza hace 4 años, de dónde es y dónde tenía a su familia. Se divorció de su mujer (ella le dejó por otra persona) con quién tiene un hijo pequeño de ahora 12, entonces 7. Al divorciarse a Paco le tocó un régimen de visitas muy limitado y además le destinaron en el trabajo al norte de Aragón, así que para pasar más tiempo con su hijo se despidió de su trabajo y compró con el paro que le dieron de golpe un bar al lado del colegio del niño. De esta manera Paco podía ver a su hijo cada día, pues el niño en vez de comer en el comedor escolar, comía con él y después de las clases pasaban tiempo juntos haciendo los deberes hasta que la madre salía de trabajar y le recogía. Con la crisis comenzó a disminuir la clientela, que era sobretodo trabajadores de una obra y de una empresa constructora que había allí cerca. Paco cada vez tenía menos ingresos así que no pudo continuar pagando su casa. Entonces comenzó a vivir en su propio bar, dónde seguía pasando tiempo con su hijo, pero claro, ya no podía tenerle los fines de semana debido a las circunstancias. Los ingresos cada vez fueron bajando mas, y a pesar de que Paco intentó buscarse las mañas para mantener abierto el bar, llegó un día en el que no tenía ya para comprar nada que ofrecer a los clientes. “El problema es que tú te ves venir las cosas, pero no quieres verlas, no asumes lo que está ocurriendo” me explicaba él. No contaba con apoyo familiar, pues su madre había enfermado y fallecido años atrás, igual que uno de sus hermanos. Su otro hermano estaba en paro y con tres hijos y con su padre no tenía buena relación. Algún amigo o amiga le ofrecieron quedarse en sus casas durante un tiempo, pero Paco sabía que probablemente eso no sería una situación temporal y no podía abusar de la hospitalidad de sus conocidos en una situación tan grave. Había llegado el momento en el que Paco estaba literalmente en la calle. Obviamente no quería que su hijo y sus conocidos le vieran de esa manera, así que con los últimos 40 euros que le quedaban cogió un bolso con algunas de sus pertenencias, subió a un autobús y vino a Madrid. Era Agosto de 2009. Una vez aquí preguntó por un comedor social y le indicaron el de San Vicente de Paúl, perteneciente a Cáritas, en la glorieta de Iglesia. Hizo cola toda la noche y al día siguiente tras hablar con la trabajadora social consiguió una tarjeta para comer cada día allí. Además también tenía derecho a duchas los Lunes, Miércoles y Viernes. En este centro podía pasar todo el día, pero él tenía que buscar la forma de sobrevivir y comprendió que la manera de hacerlo era pidiendo en la calle. Así que aconsejado por otras personas sin hogar hizo un cartel en el que contó su situación ‘23 años cotizados y por ser autónomo estoy sin paro y sin ningún tipo de ayuda social durmiendo en la calle’. “Me acuerdo el primer día, me costó muchísimo ponerme…muchísimo muchísimo muchísimo, porque me daba un mal rollo… y me daba vergüenza hasta mirar. A la hora o así me levanté porque no podía…no porque no me estuvieran echando, sino porque no podía…”. Paco se hizo su propio horario, por las mañanas iba en busca de trabajo (aunque resultaba imposible ser contratado en ningún lugar porque para ello tenía que desplazarse por la ciudad en muchas ocasiones a sitios muy lejanos, y no tenía medios para hacerlo excepto su propio pié), y al medio día se ponía a pedir en la calle Fuencarral en horario de salida de las oficinas, “no lo veía cómo negocio, sino cómo supervivencia”. Comía en el centro de día de Cáritas y por la tarde se aseaba o lavaba su ropa en los baños públicos. Así estuvo durante un año. Dormía en un parque cerca del centro, dónde él era el único español y todos los demás que allí dormían eran rumanos. Consiguió hacerse respetar por ellos pero no buscaba ninguna relación de amistad y mantuvo siempre las distancias. El período más duro fue en Navidad, para él fue un “tortazo moral”. En Noche Buena recaudó en la calle pidiendo 200 euros. Después entró en la campaña de frío para no dormir en la calle y en primavera volvió a parque.  En una ocasión la policía le quitó todas sus cosas que estaban guardadas en una bolsa y cuando volvió al parque no encontró nada. Se habían llevado las pocas cosas de valor que tenía: fotografías personales, títulos, documentos… En primavera las monjas del centro le ofrecieron a Paco trabajar cómo voluntario en el mismo centro dónde comía cada día: abrillantando el suelo y ayudando en tareas de mantenimiento. A cambio Paco recibía propinas y algo de alimento. Esto era muy importante para él porque le mantenía ocupado. Tras unos meses allí de voluntario las monjas le ofrecieron un contrato de media jornada que aumentaron a 8 horas después de nos días. Para Paco eso fue su liberación, la mano que le hacía falta y sin la que nadie logra salir realmente de la situación de indigencia. Alquiló una habitación en un piso compartido y poco a poco se repuso. Esto ocurrió un año después de su llegada a Madrid. Poco a poco su situación fue mejorando y ahora, pasados 3 años, vive sólo en un piso y va a visitar a Zaragoza a su hijo siempre que puede. Sigue empleado en el centro de Cáritas y está seguro que si no fuera por la ayuda que las monjas le dieron y la oportunidad que le ofrecieron, le hubiera sido imposible reinsertar de la calle. “Una vez que estás en la calle, si no hay alguien que te eche una mano, es inviable salir, es inviable..”.

Tras hacerle la entrevista a Paco quedé muy sorprendida de la dureza con la que hablaba del tema, y la naturalidad que tenía al contármelo. Pocos fueron los momentos durante la hora y media que estuvimos hablando, en los que le ví algo más abatido contándome alguna situación en concreto: cuando tuvo que sentarse a pedir por primera vez, el recuerdo de aquellas Navidades, al hablar de su hijo… Me explicó que la calle te hace más fuerte, más duro pero también más desconfiado. En mi opinión Paco es una persona con mucha fortaleza que no se dejó arrastrar por la depresión que provoca una situación así, ni por el alcohol u otras sustancias para olvidar dichos problemas.
Paco me contó que lo que le daba fuerzas para seguir era pensar en su hijo y en que un día pudiera recuperar una vida normal que compartir con él como en el pasado. También es cierto que por fortuna Paco sólo estuvo durante un año en la calle, el año mas duro de toda su vida en el que descubrió qué es realmente sufrir la necesidad y la angustia de no poder cubrir necesidades básicas de manera completas tales como el comer. Pero me pregunto cómo hubiera sido su vida si no hubiera reinsertado “tan rápido” y si la situación le hubiera llevado a estar durante varios años en la calle. ¿Hubiera seguido con la misma fortaleza o se hubiera dejado llevar por la miseria?
Las causas que llevaron a esta persona encontrarse en exclusión social son las causas habituales que provocan la indigencia: ruptura de lazos familiares, ruptura de lazos laborales y ruptura de lazos sociales. Muchas veces una cosa lleva a la otra y sin darse uno cuenta se ve envuelto en una serie de adversidades económicas y sociales imposibles de solventar. Esta situación además suele ser traumática para la mayoría de las personas que la sufren. Normalmente no es algo que nadie pueda imaginar que le ocurra en el futuro.

Actualmente el número de personas sin hogar en España, según la fuente que se consulte, puede oscilar entre 20.000 y 30.000 personas en toda España y entre 2.000 y 9.000 personas en Madrid. El 82,7 % de las personas sin hogar son varones. La edad media de este colectivo es de 37,9 años. Casi la mitad de esta población tienen hijos (46%), aunque sólo una décima parte viven con ellos; el 30 por ciento de las personas sin hogar es abstemia y nunca ha consumido sustancias adictivas; el 37,5 por ciento llevan más de tres años sin alojamiento propio; la mitad de la población sin hogar busca trabajo; el 51,8 por ciento son españoles y el 48,2 por ciento son extranjeros; los extranjeros sin hogar llevan, de media, tres años y siete meses en España y un año y once meses en la comunidad autónoma donde se les ha localizado.

La situación en la calle acarrea una serie de complicaciones y problemas derivados de la propia indigencia que aumentan la gravedad de la situación como la farmacodependencia: la adicción a sustancias puede ser causa pero también puede ser consecuencia de la vida sin techo. La adicción más extendida en este grupo de población es el alcoholismo, pero también pueden darse adicciones a otros tipos de sustancias; problemas de salud física y mental: las condiciones de vida en las que viven pueden generar graves enfermedades. Por ejemplo, muchas personas soportan largos periodos de malnutrición, hipotermia, no acuden al médico o no tienen dinero para pagar medicamentos y tampoco cuidan su higiene. Así, existen numerosos problemas dentales, heridas infectadas y enfermedades mal curadas y cronificadas. De igual modo que las adicciones, los problemas de enfermedad mental pueden ser causa o consecuencia de la situación en la que viven las personas sin hogar. La depresión es muy común, pero también hay personas que sufren algún tipo de paranoias, o el síndrome de Diógenes.

Entrada realizada por ANDREA GALMARINI GARATTONI

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