El pasado 13 de Abril de 2012 tuve la oportunidad de
entrevistar a un señor que durante un período de su vida estuvo en exclusión
social y vivió en las calles, sin techo, sin hogar. Esta es su historia:
Paco, 37 años, encargado de obra civil. Vivía en Zaragoza
hace 4 años, de dónde es y dónde tenía a su familia. Se divorció de su mujer
(ella le dejó por otra persona) con quién tiene un hijo pequeño de ahora 12,
entonces 7. Al divorciarse a Paco le tocó un régimen de visitas muy limitado y
además le destinaron en el trabajo al norte de Aragón, así que para pasar más
tiempo con su hijo se despidió de su trabajo y compró con el paro que le dieron
de golpe un bar al lado del colegio del niño. De esta manera Paco podía ver a
su hijo cada día, pues el niño en vez de comer en el comedor escolar, comía con
él y después de las clases pasaban tiempo juntos haciendo los deberes hasta que
la madre salía de trabajar y le recogía. Con la crisis comenzó a disminuir la
clientela, que era sobretodo trabajadores de una obra y de una empresa
constructora que había allí cerca. Paco cada vez tenía menos ingresos así que
no pudo continuar pagando su casa. Entonces comenzó a vivir en su propio bar,
dónde seguía pasando tiempo con su hijo, pero claro, ya no podía tenerle los
fines de semana debido a las circunstancias. Los ingresos cada vez fueron
bajando mas, y a pesar de que Paco intentó buscarse las mañas para mantener
abierto el bar, llegó un día en el que no tenía ya para comprar nada que
ofrecer a los clientes. “El problema es que tú te ves venir las cosas, pero no
quieres verlas, no asumes lo que está ocurriendo” me explicaba él. No contaba
con apoyo familiar, pues su madre había enfermado y fallecido años atrás, igual
que uno de sus hermanos. Su otro hermano estaba en paro y con tres hijos y con
su padre no tenía buena relación. Algún amigo o amiga le ofrecieron quedarse en
sus casas durante un tiempo, pero Paco sabía que probablemente eso no sería una
situación temporal y no podía abusar de la hospitalidad de sus conocidos en una
situación tan grave. Había llegado el momento en el que Paco estaba
literalmente en la calle. Obviamente no quería que su hijo y sus conocidos le
vieran de esa manera, así que con los últimos 40 euros que le quedaban cogió un
bolso con algunas de sus pertenencias, subió a un autobús y vino a Madrid. Era
Agosto de 2009. Una vez aquí preguntó por un comedor social y le indicaron el
de San Vicente de Paúl, perteneciente a Cáritas, en la glorieta de Iglesia.
Hizo cola toda la noche y al día siguiente tras hablar con la trabajadora social
consiguió una tarjeta para comer cada día allí. Además también tenía derecho a
duchas los Lunes, Miércoles y Viernes. En este centro podía pasar todo el día,
pero él tenía que buscar la forma de sobrevivir y comprendió que la manera de
hacerlo era pidiendo en la calle. Así que aconsejado por otras personas sin
hogar hizo un cartel en el que contó su situación ‘23 años cotizados y por ser
autónomo estoy sin paro y sin ningún tipo de ayuda social durmiendo en la calle’.
“Me acuerdo el primer día, me costó muchísimo ponerme…muchísimo muchísimo
muchísimo, porque me daba un mal rollo… y me daba vergüenza hasta mirar. A la
hora o así me levanté porque no podía…no porque no me estuvieran echando, sino
porque no podía…”. Paco se hizo su propio horario, por las mañanas iba en busca
de trabajo (aunque resultaba imposible ser contratado en ningún lugar porque
para ello tenía que desplazarse por la ciudad en muchas ocasiones a sitios muy
lejanos, y no tenía medios para hacerlo excepto su propio pié), y al medio día
se ponía a pedir en la calle Fuencarral en horario de salida de las oficinas, “no
lo veía cómo negocio, sino cómo supervivencia”. Comía en el centro de día de
Cáritas y por la tarde se aseaba o lavaba su ropa en los baños públicos. Así
estuvo durante un año. Dormía en un parque cerca del centro, dónde él era el
único español y todos los demás que allí dormían eran rumanos. Consiguió
hacerse respetar por ellos pero no buscaba ninguna relación de amistad y
mantuvo siempre las distancias. El período más duro fue en Navidad, para él fue
un “tortazo moral”. En Noche Buena recaudó en la calle pidiendo 200 euros.
Después entró en la campaña de frío para no dormir en la calle y en primavera
volvió a parque. En una ocasión la
policía le quitó todas sus cosas que estaban guardadas en una bolsa y cuando
volvió al parque no encontró nada. Se habían llevado las pocas cosas de valor
que tenía: fotografías personales, títulos, documentos… En primavera las monjas
del centro le ofrecieron a Paco trabajar cómo voluntario en el mismo centro
dónde comía cada día: abrillantando el suelo y ayudando en tareas de
mantenimiento. A cambio Paco recibía propinas y algo de alimento. Esto era muy
importante para él porque le mantenía ocupado. Tras unos meses allí de
voluntario las monjas le ofrecieron un contrato de media jornada que aumentaron
a 8 horas después de nos días. Para Paco eso fue su liberación, la mano que le
hacía falta y sin la que nadie logra salir realmente de la situación de
indigencia. Alquiló una habitación en un piso compartido y poco a poco se
repuso. Esto ocurrió un año después de su llegada a Madrid. Poco a poco su
situación fue mejorando y ahora, pasados 3 años, vive sólo en un piso y va a
visitar a Zaragoza a su hijo siempre que puede. Sigue empleado en el centro de
Cáritas y está seguro que si no fuera por la ayuda que las monjas le dieron y
la oportunidad que le ofrecieron, le hubiera sido imposible reinsertar de la
calle. “Una vez que estás en la calle, si no hay alguien que te eche una mano,
es inviable salir, es inviable..”.
Tras hacerle la entrevista a Paco quedé muy
sorprendida de la dureza con la que hablaba del tema, y la naturalidad que
tenía al contármelo. Pocos fueron los momentos durante la hora y media que
estuvimos hablando, en los que le ví algo más abatido contándome alguna
situación en concreto: cuando tuvo que sentarse a pedir por primera vez, el
recuerdo de aquellas Navidades, al hablar de su hijo… Me explicó que la calle
te hace más fuerte, más duro pero también más desconfiado. En mi opinión Paco
es una persona con mucha fortaleza que no se dejó arrastrar por la depresión
que provoca una situación así, ni por el alcohol u otras sustancias para
olvidar dichos problemas.
Paco me contó que lo que le daba fuerzas para seguir
era pensar en su hijo y en que un día pudiera recuperar una vida normal que
compartir con él como en el pasado. También es cierto que por fortuna Paco sólo
estuvo durante un año en la calle, el año mas duro de toda su vida en el que
descubrió qué es realmente sufrir la necesidad y la angustia de no poder cubrir
necesidades básicas de manera completas tales como el comer. Pero me pregunto
cómo hubiera sido su vida si no hubiera reinsertado “tan rápido” y si la
situación le hubiera llevado a estar durante varios años en la calle. ¿Hubiera
seguido con la misma fortaleza o se hubiera dejado llevar por la miseria?Las causas que llevaron a esta persona encontrarse en exclusión social son las causas habituales que provocan la indigencia: ruptura de lazos familiares, ruptura de lazos laborales y ruptura de lazos sociales. Muchas veces una cosa lleva a la otra y sin darse uno cuenta se ve envuelto en una serie de adversidades económicas y sociales imposibles de solventar. Esta situación además suele ser traumática para la mayoría de las personas que la sufren. Normalmente no es algo que nadie pueda imaginar que le ocurra en el futuro.
Actualmente el número de personas sin hogar en España, según la fuente que se consulte, puede oscilar entre 20.000 y 30.000 personas en toda España y entre 2.000 y 9.000 personas en Madrid. El 82,7 % de las personas sin hogar son varones. La edad media de este colectivo es de 37,9 años. Casi la mitad de esta población tienen hijos (46%), aunque sólo una décima parte viven con ellos; el 30 por ciento de las personas sin hogar es abstemia y nunca ha consumido sustancias adictivas; el 37,5 por ciento llevan más de tres años sin alojamiento propio; la mitad de la población sin hogar busca trabajo; el 51,8 por ciento son españoles y el 48,2 por ciento son extranjeros; los extranjeros sin hogar llevan, de media, tres años y siete meses en España y un año y once meses en la comunidad autónoma donde se les ha localizado.
La situación en la calle acarrea una serie de complicaciones y problemas derivados de la propia indigencia que aumentan la gravedad de la situación como la farmacodependencia: la adicción a sustancias puede ser causa pero también puede ser consecuencia de la vida sin techo. La adicción más extendida en este grupo de población es el alcoholismo, pero también pueden darse adicciones a otros tipos de sustancias; problemas de salud física y mental: las condiciones de vida en las que viven pueden generar graves enfermedades. Por ejemplo, muchas personas soportan largos periodos de malnutrición, hipotermia, no acuden al médico o no tienen dinero para pagar medicamentos y tampoco cuidan su higiene. Así, existen numerosos problemas dentales, heridas infectadas y enfermedades mal curadas y cronificadas. De igual modo que las adicciones, los problemas de enfermedad mental pueden ser causa o consecuencia de la situación en la que viven las personas sin hogar. La depresión es muy común, pero también hay personas que sufren algún tipo de paranoias, o el síndrome de Diógenes.
Entrada realizada por ANDREA GALMARINI GARATTONI
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